Palabras del Periodista y Escritor Sergio Schvarz
Centro Cultural Pareja,
Ciudad de Las Piedras
Presentación
de La
muerte, quizás,
de Lilián Toledo
Buenas
tardes a todos y a todas. Para mí es un verdadero honor estar en
este centro cultural que luce hermoso y que quedará aún más lindo
cuando terminen las obras del ferrocarril y el entorno sea más
amigable… Pretendamos que el paso futuro del tren no haga caer
todas las cosas y que las exposiciones se mantengan en sus soportes.
Pero
también es para mí un honor presentar a una poeta con la que he
estado en contacto desde el año pasado y que, de a poco, he ido
descubriendo sobre qué bases, firmes, ha ido construyendo su propia
vida y su propia personalidad literaria, a menudo haciendo equilibrio
sobre ciertos pretiles donde el abismo se abre como fauces
monstruosas.
Y
vaya si la poeta ha debido andar sobre cornisas resbalosas
manteniéndose en pie, y desde su paso por el Penal de Punta de
Rieles, entre junio de 1981 y abril de 1984, desde su necesidad
impostergable nos advertía, ya tempranamente: “voy a arrinconarme
a la poesía/ corro a que me cubra de la violencia/ del dolor de los
otros/ del mío/ voy a que me tape los ojos/cure las heridas/ me
devuelva el rostro hecho belleza/ voy a la poesía a que me cubra los
ojos/ los míos y los de los otros:/ pero los versos sólo reflejan/
lo que está”. Porque no hay más remedio, lo que es, es lo que
está. Y allí están esos versos desde ese libro extraño, “Escritos
en la cárcel”, con el que las voces de los y las detenidas
perforaron, de a poco, las paredes de la prisión y se hicieron
palabras echadas a rodar y a explicar una parte del mundo y de un
tiempo preciso sobre él. Aprendieron a construir libertad.
Luego
de su liberación, la poeta se vincula al Movimiento Poético
Sanducero Sueñapalabra, donde publica los libros colectivos
“Retratos del agua” (2001), “Unicornios” (2004), y “Arca de
Letras” (2005). Desde “Versos transgresores”, su primer libro
personal, de 2010, a la fecha, ha publicado cerca de una decena de
poemarios de distinto signo: “Palabrotas” (2012), “De
Cautiverios” (2015), “Cántaros de Sombra” (2016), “Celebración
de Lilith” (2018), “Luego del principio: Lilith y Adán (o
viceversa)”, (marzo de 2020) y “Oficio Obligatorio” (mayo de
2020).
En el libro
anterior a éste, de título tan sugestivo, “Príncipes
decapitados” (octubre 2020), hay una búsqueda incesante para
conocer el sentido de la vida, y pretende decirnos que el amor es el
camino para lograr ello.
Lilián
Toledo tiene formación en psicología social (de la escuela de
Pichón Rivière), así como se ha formado en educación popular y en
estudios de género. Ha desarrollado tareas de diseño, coordinación
y docencia, como ha participado de la conducción de Escuelas de
psicología social de Salto, Paysandú y Concordia. Desarrolla
actividades con grupos, equipos y colectivos ligados a su
capacitación y desarrollo, así como a la producción y coordinación
de talleres literarios.
Sin
que esto pretenda ser un análisis literario demasiado concienzudo,
debo decir algunas palabras sobre el libro que hoy presentamos.
“La
muerte, quizás”, último poemario de esta poeta, militante social
y política, repartida en cuatro secciones o “cortes” bien
identificables, nos enfrenta a las posibles, a las necesarias, a las
injustas muertes pero desde una posición objetiva, y hasta cierto
punto fría, calculadora, plena de pretiles, abismos y caídas
libres. Hemos de desear —nos
dice—
el fin de nuestra existencia, sin embargo para ser otros, pero
también para experimentar cierta liberación y el fin último de
todos nuestros temores. Desde allí, a un paso del vacío, nos
remitirá a la vida.
Y
ese vacío, que junto al umbral y a la soledad son los conceptos que
transitan por su poesía, es un vacío especial. No es sólo lo que
falta, lo que no está, sino lo que ya se ha perdido y que no se
puede reencontrar, lo que ha muerto.
Hay
aspectos filosóficos en sus versos, pero también memorias de otro
tiempo, y la muerte, el trabajo implacable de la muerte recorre todas
las épocas representadas en este libro. Habrá espacio para el
erotismo, siempre presente en su poesía, como otra forma del morir.
Por
ello la muerte son todas las muertes, incluso la propia:
atisbo
mi muerte en la muerte de quienes
me
escucharon.
intuyo
mi final/ en la muerte de mis
compañeras
lo
imagino lo construyo
como
gotas de un llanto que no termina
que
también es risa/
también
dignidad.
sospecho
mi muerte tras la despedida
de
tantas almas que guiaron la mía
con
sus cantos/ sus gritos/ sus escritos/ sus
peleas.
peleo
mi muerte como una muerte digna:
es
la única que puedo tolerar.
Y
aquí está la dignidad erigiéndose como guía; nada que se aparte
de ello. Hemos de ser dignos hasta para morir. No sólo auténticos,
únicos, libres: dignos, sopesar nuestra conciencia hasta cuando
estemos distraídos o hasta cuando hacemos el amor. Y, por supuesto,
para eso debemos escribir, trascendernos:
escribir
para
decir el grito
para
arrancarlo
para
convertirlo
para
transformarlo
para
desmenuzarlo
para
eliminarlo
escribir
el dolor
para
proyectarlo
para
actuar sobre él con la palabra.
Bienvenida
Lilián Toledo, tiene la palabra.
18 de junio de 2022