Escribir nuestro ir siendo
“Y ya que hay que escribir, que al menos
no aplastemos con palabras las entrelíneas”
Clarice Lispector
Nada
demasiado altisonante. Ni excesivas certezas. Solo una convicción.
No hay
demasiada teoría revisada para sostener esta propuesta. Si, quizás hay una
praxis, en el sentido gramsciano: un hacer crítico sobre sí, para sí; para
volver al hacer.
De ella es
que nace esa convicción acerca de que
podemos ir dibujando nuestro ir siendo, mientras escribimos.
Por ello
quizás es necesario que dediquemos un tiempo a
pensar este acuerdo implícito, que las trajo hasta este lugar.
También es
conveniente subrayar que escribir supone un para quién: la escritura no cumple
su función –aunque la concibamos como memoria y no como comunicación-si no se
incluye en su concepción la presencia de un/a/s lector/s.
Volcar,
dibujar palabras en un soporte concreto, y proponerlas al mundo externo pide de
la responsabilidad y la celebración de concebir la existencia contingente o
constante de unos otros/as/es.
Si podemos
elegir el cómo, el quienes(a veces), el para quienes (siempre) y el cuándo;
pero no escondernos en el “para mi”, a la vez que ir creando un centro de
gravedad, un punto de partida.
Porque
también está implícito, en esta propuesta, que no es lo mismo escribir siendo
varón que siendo mujer ,aunque asumamos el condicionamiento tanto como el
conflicto, en la construcción de las dos identidades de género.
Confieso que
aún no puedo testimoniar, quizás por falta de dialogo, la construcción de otras
definiciones de género que también van siendo en este tramo de la historia y la
cultura que compartimos. Las enuncio para no excluirlas. Pero no las nombro,
por ignorancia. Escucho, para escribir. Me abro, para escribir. Escribir puede entenderse como la maravilla de un
hábito automático, que aparece como primer resultado de la alfabetización-
privilegio invisibilizado-. Que es el anverso y reverso del leer, ambos
enredados en el circuito moébico del pensar.
Por ello es
un acto que parte y genera y vuelve a la comunidad. Por sinuosos caminos.
Escribir
implica un “para quienes” junto al “para qué” y en algún momento hay que
detenerse a explicitarlo para que tome fuerza la escritura. Y sentido. Hasta
estilo (a pesar de-o justamente- lo que plantea Roland Barthes)*.
*El grado Cero de la
escritura, Barthes, R.
Mi camino
por diferentes grupos y colectivos me ha ido mostrando que muchas mujeres
escriben: cartas para sus afectos, “pensamientos”, diarios personales, etc.; de
forma más o menos sistemática, más o menos intencionada. Pero escriben.
Lo necesitan
para hacerle espacio a una parte de su ir siendo.
En esos
textos en general se evidencia un dialogo casi intimo consigo misma o con otros
cercanos. Como para verificarse, reconocerse, escucharse a sí misma.
Por ello,
cuando hablamos de escritura, de escribir el siendo; de qué tipo de escritura
hablamos? Qué condiciones tiene? Qué funciones cumple?
Es
equivalente el deber que se cumple en medio de un proceso de educación formal,
un escribir que copia a otros, que junta información teórica a la escritura que recoge interrogantes o a
la que indaga en lo no dicho aún?
Es escritura
repetir lo dicho por otros/otras anteriormente, de manera más o menos prolija?
Nos acompañan esas interrogantes. Seguirán aquí.
Pero sí afirmo/se afirma en esta propuesta de
taller, que no se propone una mirada acerca de la escritura, pensando en el
saber literario, que sin duda algo tiene para aportar, desarmar, señalar; más
bien esta propuesta está intentando acercarse a la escritura como un campo de
acción, de despliegue de la tensión entre los significados y significantes, y
es por ello en el encuentro entre la escribiente, los y las lectoras y el papel
en blanco material y social, se abre un proceso de elaboración de posibles
comprensiones de una realidad, que es
varias a la vez.
De esta
mirada es que nace esa convicción de que podemos ir dibujando nuestro ir siendo,
mientras (nos) escribimos o mejor dicho, devenimos escritura.
Por ello
quizás es necesario que dediquemos un tiempo a
pensar este acuerdo implícito, que las trajo hasta este lugar.
Por ello,
sin duda, el acto de escribir implica un trabajo al que debemos dedicar tiempo,
para que se convierta en escritura. Como propone Leila Guerriero:
“Hay que
amasar el pan con rencor, con tristeza, con recuerdos, con el corazón hecho
pedazos, con los muertos. Hay que amasar el pan pensando en lo que se va a
hacer después. Hay que amasar el pan como si no fuera a hacerse nada, nunca
más, después. Hay que amasar el pan con harina, con agua, con sal, con
levadura, con manteca, con sésamo, con amapola. Hay que amasar el pan con valor,
con receta, con improvisación, con dudas. Con la certeza de que va a fallar.
Con la certeza de que saldrá bien.”*
Pensemoslo.
Propongamoslo. Escribamoslo. No será sino se comparte, se desarma, se rearma.
*https://elpais.com/elpais/2016/06/07/opinion/1465310501_943283.html